miércoles, 24 de enero de 2007
Mas Ricos y Mas Gordos - Capítulo I
Fuente: www.revistafusion.com
CAPITULO 1
Texto: Carolina Fernández

Un cliente de un local de comida rápida devora una hamburguesa con queso, rebosante de ketchup, acompañada de patatas fritas y una bebida azucarada. La imagen es muy habitual. ¿Será una persona obesa en el futuro? Posiblemente no, si se trata de un extra que se concede de vez en cuando. Pero si ha convertido las hamburgueserías de este tipo en su segundo hogar, si su dieta está sembrada de grasas, hidratos de carbono y escasa de frutas, verduras y legumbres, se puede predecir que en su horizonte habrá problemas de salud.

La obesidad hoy en día está considerada como una enfermedad crónica, caracterizada por un exceso de grasa, que a su vez se traduce en un aumento del peso corporal. Se puede decir que actualmente es el trastorno metabólico más frecuente de las sociedades desarrolladas. De hecho son muchos los profesionales de la medicina que están dando la alarma: la obesidad y las enfermedades relacionadas con ella, están siendo ya uno de los mayores problemas a los que se enfrenta el sistema sanitario, y lo será más en el futuro, hasta el punto de que puede convertirse en la epidemia del siglo XXI.

¿Por qué hay obesos? No hay una causa única. En algunos casos tiene que ver con los efectos secundarios de determinados medicamentos o con diferentes enfermedades, pero curiosamente son los casos menos frecuentes y representan el porcentaje más bajo del total.
Podría argumentarse que la obesidad está escrita en los genes, sin embargo, basta mirar hacia los países azotados por el hambre, para comprobar que no abundan precisamente los ejemplos de obesidad. Tampoco los encontramos en circunstancias de escasez, como las guerras, campos de concentración, campos de refugiados, etc. El factor genético puede tener cierta influencia en algunos casos y favorece que la aguja de la báscula se dispare, pero sólo en combinación con otras causas.

Entonces ¿por qué hay personas obesas? Y sobre todo ¿por qué su número está aumentando tan alarmantemente en las sociedades desarrolladas? Normalmente no es una única causa, sino la combinación de varias. Muchas mujeres aumentan de peso después del embarazo o la lactancia. También influye el abandono del tabaquismo o una operación quirúrgica, que entre otras cosas obliga al reposo. El abandono forzoso y repentino de toda actividad física repercute en la báscula y en general, se puede afirmar que el sedentarismo como modo de vida ha aumentado de forma espectacular y se traduce en forma de kilos. Sólo una parte de la población practica algún deporte, y a eso hay que sumar un estilo de vida que tiende a suprimir el movimiento. Se han reducido considerablemente los trabajos que requieren una actividad física intensa. Los ascensores, el mando a distancia, el coche, el autobús, el teléfono, la lavadora... todos son símbolos del bienestar que se traducen en una reducción de la actividad física cotidiana, la que el individuo realiza casi inconscientemente, que ha resultado ser la forma más efectiva para la prevención del aumento de peso. El cambio en la estructura socio económica, y como consecuencia en los hábitos de alimentación, pasa la cuenta en forma de kilos de grasa acumulada. Por ejemplo, la incorporación progresiva de la mujer al mundo laboral es otro factor que repercute directamente en los hábitos alimenticios y en la calidad de la dieta de muchas familias.



Que las mujeres pasen más tiempo fuera de casa se traduce en menos tiempo dedicado a la cocina. Entran en escena los productos precocinados, los congelados, los enlatados, las salsas, los sobres de comida rápida. Atrás quedaron los cocidos, las legumbres, los platos de preparación lenta que cocinaban nuestras madres y nuestras abuelas. Hoy pretendemos ganarle al tiempo a costa de sacrificar calidad en la alimentación y variedad en la mesa.
La cultura del ocio también tiene una relación directa en el aumento de peso, puesto que es tiempo que en muchas ocasiones se dedica a "salir a comer". Las ocasiones se festejan con una comida copiosa, y socialmente se valora ser un buen gourmet. La comida deja de ser una necesidad para convertirse en un placer y en una seña de identidad individual. No existe una educación dietética que regule los hábitos alimentarios de los consumidores, por lo tanto estos se guían por la presión del mercado, la publicidad, los gustos y en último término, de un sentido hedonista del comer. Los menús se elaboran en base a modas y las condiciones que marca el mercado laboral, que obliga a recortar tiempos en la cocina. La sobrealimentación se produce, sobre todo, en constantes picoteos entre horas a base de "comida chatarra" que aportan poco o nada más que calorías extra. Los niños aprenden desde pequeños la cultura del snack entre horas, las golosinas, las idas y venidas a la nevera "a ver qué hay".

A la vez, somos conscientes de que el sobrepeso, o en último termino, la obesidad, son perjudiciales para la salud. No falta información, y las autoridades sanitarias cada vez hacen más hincapié en las bondades de una dieta saludable. El mercado ve un nuevo filón y marca el camino. Proliferan entonces los productos light, bajos en grasa, ricos en fibra, con pocas calorías, enriquecidos con vitaminas, cuidadosos con el colesterol... Los productos "saludables" son ya habituales en las estanterías de los supermercados. Las grasas y las calorías se convierten en enemigos de una parte de la población, que no quiere mirarse al espejo y verse gorda. Es decir, en los países industrializados, a la vez que aumentan las enfermedades crónicas producto de la sobrealimentación, crece la preocupación por que el cuerpo encaje en un ideal de belleza "esbelta" y saludable.
 

 

posted by Sara Rivera at 13:12 | Permalink | 0 comments